Mediante proyectos piloto ejecutados en Argentina, Bolivia y Costa Rica, se diseñó y validó un modelo de política formativa integral y sistémico. Este modelo adopta el cruce de formación por competencia y género como eje orientador para revisar e innovar los enfoques y las prácticas institucionales. Asimismo, desarrolla un repertorio amplio de metodologías y estrategias para incorporar en la formación los requerimientos que los cambios en el mundo del trabajo y la participación social plantean a mujeres y hombres.